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| Foto tomada de Internet |
No me imagino mis días trabajando de heterosexual, fingiendo todo el tiempo lo que jamás podría llegar a ser. En verdad me siento dichoso de poder ser quien soy en el trabajo. Pero esa historia viene de mis tiempos en la universidad donde mis amigos me abrieron las puertas de su mente y dejaron atrás los prejuicios.
Recuerdo que todo empezó en Radio La Nandaimeña cuando me dio por decirle a media humanidad que era gay y empecé a hablar del tema con varios de mis compañeros de la radio, que también eran compañeros de la universidad. Recuerdo que Elvira, mi mejor amiga de ese entonces, le dio por preguntarme a detalle de la vida de un joven homosexual y todo el mundo de ambiente.
Luego llego el momento de enfrentar algo más grande y fue cuando me tope con alguien que me ayudo mucho para normalizar mi condición sexual dentro del trabajo. Un jefe de gran cálida, que aparte de animarme en mi vida profesional, siempre converso abiertamente sobre la vida gay. Aún recuerdo aquella tarde donde estábamos los cuatro que integrábamos la oficina y el dijo “deberíamos ir un día a la disco gay a celebrar”. Desde ese momento, todo se dio de forma espontanea y las conversaciones sobre la homosexualidad eran más comunes en las horas de almuerzo. Esos momentos fortalecieron enormemente mi personalidad hasta el día de hoy que trabajo de gay todo el día.
Sin embargo, quizás yo sea la excepción a la regla, donde la mayoría de los gays son discriminados en sus trabajos y muchas veces deben fingir ser heterosexuales para poder encajar en su círculo laboral. Otros ni si quiera son contratos por el siempre hecho de ser gay y ser muy “evidentes”. Pero en la medida en que empresas vayan implementando programas de educación sexual, se empiece a ver el tema más allá del tabú, muchos hombres gays y mujeres lesbianas tendrán la oportunidad de trabajan dignamente sin ocultar su identidad o preferencia sexual.
